lunes, 8 de diciembre de 2008

Recuerdo de una noche



Ya era de noche, y parecía que las luces de los farolines eran el espectro de un sueño, que se balanceaban con el movimiento del viento, el viento que precede a la tormenta, cálido y húmedo, que parece no querer despegarse de la piel. Pero aquella noche no había nubes. Un paso tras otro, y sin rumbo fijo, caminaba el superviviente, con el suficiente descaro como para que se le oyera en toda la calle, pero con elegancia, como si anduviera con prisa pero sin tener tiempo que perder. La calle estaba vacía por la madrugada que ya había entrado hace horas, que ya le quedaba poco para terminar. El sol ya estaba desgarrando la línea del horizonte dejando que un centenar de colores vistieran el cielo de naranja, añil, rojo, y, quizás, morado, mientras que al otro lado, donde todavía la Luna gobernaba su cachito de cielo, el negro se mantenía impasible ante el majestuoso sol. Pero eso no parecía importarme. Ni eso, ni el frío que parecía congelar mi aliento exhalado que se esfumaba impaciente por convertirse en nube. Él continuaba caminando, y parecía que podía disfrutar de diez segundos más hasta que viniera, y me entretuve mirando la Luna, que brillaba muchísimo aquella noche, tanto, que parecía que se iba a despegar del cielo, y entonces pensé, que si se caía, yo quería un cachito para guardármelo en el bolsillo. Pero se acabó mi tiempo.

Vienes?

Sí. Quiero ser un superviviente.

Bien, pero sólo mientras los demás duermen.

Sí, sólo mientras los demás duermen.

[ Pero si dijeron que era totalmente libre. Me he tragado una mentira. Una mentira muy bien montada. Claro que soy libre. Soy libre para ser una clavija redonda en un agujero cuadrado. Libre para ser completamente inútil. Libre para que me manejen a su antojo. Libre para estar eternamente encarcelado entre comillas. ] Pensamientos de un lienzo en blanco.