Son las cinco
Es una tarde de verano, el cielo anuncia tormenta, y unos ojos aguamar sonríen al viento. Mikel baja las escaleras de dos en dos consciente de que a cada paso que da la ciudad es algo más alegre. Como si caminara sobre un piano, pinta el mundo con su melodía.
La misma que le hizo bailar tiempo atrás. Aquella, que ha guardado en su memoria como si fuera la receta mágica del elixir de la felicidad. Saluda al sol, respira hondo, y sale a la calle.